El sábado por la
tarde, después de la visita a Vall Llach y de la comida en La Cooperativa en
Porrera, quedamos con Eva, de Saó del Coster para que nos mostrara las viñas y
la bodega donde nacen los vinos de Fredi Torres.
Nos encontramos en
la plaça de l’Esglèsia de Gratallops. Desde allí fuimos en coche hasta la viña
La Pujada, rebautizada así después de que anteriormente la conociéramos como
Canyarets. Allí Eva nos enseñó las dos variedades que hay plantadas, en dos
hectáreas. Garnacha y Cariñena de viñas viejas, de unos 70 años y que Fredi ha
recuperado con la intención de que un nuevo vino top vea la luz en el mercado (nos
comentó que costará 120€).También vimos la caseta en la que dejan al burro con el que hacen los trabajos del campo, como a la antigua usanza.
Eva nos explicó el
origen de la bodega, hace unos diez años, después de que Fredi dejara su
carrera de DJ en Suiza para trabajar con René Barbier en Clos Mogador. Desde
entonces viene su obsesión por recuperar vides viejas prácticamente
abandonadas, que tratan aplicando procedimientos de biodinámica en todos sus
procesos e incluso pudimos comprobar que en la falda de la montaña tenían compostaje
para fertilizar La Pujada.
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Ya acompañados
también por Fredi nos dispusimos a catar sus vinos. Valoramos mucho que nos dejaran probar muestras de vinos experimentales que de otra forma sería
difícil degustar, en lugar de limitarse a abrir alguna de las botellas que
tenían a la venta:
X: un albariño muy correcto que
pone las bases a un vino de mayor estatura. Es un proyecto personal de Fredi en
Rías Baixas.
S: es el primer vino de la bodega,
el de mayor producción (unas 20.000 botellas). Elaborado con Garnacha, Merlot,
Cabernet Sauvignon y Syrah. Una parte está fermentado con el propio raspón.
Terram: probamos las añadas 2009 y
2006. El primero estaba un poco “duro” todavía pero el segundo era ya un
caramelo, intenso, profundo. Se dejaba querer. Sus variedades principales son
ya las autóctonas más una pequeña aportación de Syrah y Cabernet Sauvignon.
04 de Saó del Coster: el propio Fredi reconoció que,
siendo su primer vino, se trata de una aplicación de lo aprendido en Mogador,
antes de tomar su propio perfil años más tarde. Y efectivamente nos recordó al
vino insignia de René Barbier. Perfil bastante clásico.
Nos sacó algún
otro vino que no comercializa, pruebas para sus amistades, para sus cenas… Y
una lástima no haber degustado el Planassos, un vino que afirma elaborarse con
100% de carinyena de una única finca. Su
limitada producción, unas 600 botellas lo hace agotarse casi antes de salir al
mercado.
Con gran
agradecimiento a su pasión y a la disponibilidad en un sábado por la tarde nos
despedimos de Eva y Fredi, emplazados a volver en vendimia para prensar uva con
nuestra propia tracción animal.
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