Visitar
una bodega en invierno también tiene su encanto, aunque la climatología invite poco a caminar por las viñas. Los
recorridos se concentran más en el interior de sus instalaciones y pueden
propiciar conversaciones más de tú a tú con sus enólogos. Esto fue justo lo que
nos pasó con Josep Queralt, el alma de la bodega Heretat Mont Rubí del Penedès,
en una mañana fría y húmeda de diciembre. Aprendimos mucho de sus conducciones
en viña, de su conocimiento de la planta y cómo no, del trabajo en bodega.
La
adversa climatología y lo mucho por explicar seguramente empujó a Josep a
realizar un paseo breve por el exterior que rodea a Heretat Mont Rubí, una
bodega fundada hace ya 30 años por capital proveniente de la industria
farmacéutica. Antes de adentrarnos en la infinidad de proyectos que nos
esperaban en la bodega quisimos comenzar, animados por su fama, por ver la uva
sobremadurada que cuelga en un antiguo pajar cercano. Uva de xarel·lo ya
cercana a su máxima deshidratación y que será el pilar del Advent Xarel·lo, un vino
dulce que con tremenda maestría se elabora en sus instalaciones. Las
condiciones de la añada no han sido las mejores, por lo que tras este proceso
de unos cuatro meses en el que la uva perderá gran parte de su agua y por tanto
de su peso, se tendrán que seleccionar solo los racimos que no estén afectados
de podredura ácida. Del resto, quizás unos pocos cientos de kilos rendirán
alrededor del 30% para regalarnos un néctar que los expertos califican como
unos de los mejores vinos dulces de la zona.
A continuación nos dirigimos hacia las
instalaciones de la bodega, a un centenar de metros. Ya con los restos visibles
del vendaval que supone la vendimia pero con la obligada limpieza que comporta
nos abrimos paso hacia los diferentes recipientes en los que Josep vinifica.
Desde cemento a cerámica o fango la experimentación es constante. Gracias a su
amistad con Carles Llarch, principal proveedor de estos recipientes tan
solicitados hoy día por las bodegas de la zona, se nutren de su sabiduría mutua
para perfilar tantos envases diferentes como necesidades de elaboración. En
ocasiones el mismo vino se lleva a cabo en dos envases con características
distintas, buscando siempre el óptimo resultado y modelando nuevos proyectos.
Un ejemplo es la parellada que vinificada en cerámica de carbonato cálcico le
hizo merecedor de un magnífico 9’53 en la Guia de Vins de Catalunya 2015, el
Durona blanco. Sin embargo Josep no se ha detenido aquí y este año ha
continuado con el experimento, elaborando también en tina de acero inoxidable y
en un pequeño huevo de cerámica con un revestimiento interior diferente. No
prescinde de la bota, que también ocupa una parte importante de la bodega, con
tostados suaves y grano fino, al margen de los fudres en los que fermentan los
tintos. Ni tampoco de los depósitos de resina de epoxi, que ofrecen una mayor
manejabilidad en tiempos de vendimia.
Josep quería poner toda su amplia variedad de vinos
que elabora en nuestras narices y bocas, y que de estas últimas surgieran las
opiniones que (como buen cosechero) gusta de recabar. Así que todo el grupo, entre
los que se encontraba Núria de Pretty Wines, la familia Sadurní – Galimany de
Malviatge y Marcos y Gemma de Gastrono Vi, subimos a la planta superior donde
nos esperaban algunas de las mejores botellas de la bodega y una selección de los
mejores productos locales de la zona para almorzar. Describamos los vinos que tuvimos
la suerte de degustar…
- Durona 2014, en cerámica e inoxidable. Más salvaje en el segundo recipiente, las notas verdes se palpan, parece que conserva más la acidez. El primero, por el contrario se nota más pulido, menos agreste, más listo para su consumo. Sorprende la intensidad aromática de una variedad, la parellada, que en otras marcas no pasa de mero acompañante de otras más florales y frutales. En esta ocasión las notas de hinojo, sotobosque, como una lluvia de verano, inundan las fosas.
- Black 2014. Maceración carbónica de garnacha negra. Si ya de por sí la variedad se presta a la floralidad y los frutillos rojos, el tipo de elaboración no hace más que incrementar esa sensación aromática. Mucha chuchería, frescura, pero también hierbas mediterráneas o laurel. Un vino de perfil joven o para ocasiones desenfadadas. Un vino, que como nos indicaba Josep “no necesita de discursos”.
- Gaintus 500+ 2013. Monovarietal de sumoll, proveniente de viña a más de 500 mts. de altitud, cercanas a la bodega y con formación vertical de la planta. Envejecido 6 meses en barrica no nueva mantiene buena acidez y cierta astringencia.
- Gaintus VN 2012. Vino natural, sin sulfitos, buscando al extremo la variedad sumoll. Barrica única de 300 litros que no vio el mercado. Experimento que seguramente no mantendrán en el futuro.
- Gaintus 2007. Sumoll de viñas viejas plantadas en coster de llicorella. El más aromático de los tres Gaintus. Buena acidez para ser 2007, se muestra muy complejo, tremendamente elegante, con la madera muy bien integrada con la fruta. Menos de 2000 botellas de una joya que vivirá años.
- Advent Sumoll 2010. Elaborado con el mismo método del Advent Xarel·lo, deshidratando la uva en el pajar y crianza en roble francés durante 9 meses. Notas de miel, pasas frescas y notas cítricas de tarta de limón.
La apuesta de Josep Queralt por las variedades
autóctonas, la experimentación y el trabajo duro en viña y bodega está dando
buenos resultados. Unos resultados que el mercado y algunos gurús están
reconociendo a Heretat Mont Rubí. Como un buen indicador del futuro, el sol acabó saliendo permitiéndonos
agradecer a este gran elaborador una mañana llena de nuevas sensaciones.
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