Más de un año ha
pasado desde que descubrimos los vinos de Mas Doix y se empezó a gestar nuestro
deseo de conocer algún día la tierra y las personas que les han dado la vida.
La verdad es que agradecemos al restaurante Cal Xim (Subirats) su hallazgo, al
recomendarnos el Doix 2004 como vino idóneo para una celebración familiar. No
solo no defraudó sino que fue la espoleta para probar otras propuestas de esta
bodega familiar prioratina. En el último Tast amb Dones de este año hablamos con
Sandra Doix (enóloga que lleva la dirección técnica de la bodega) y le
consultamos la posibilidad de pasarnos un día por Mas Doix para visitar las viñas
e instalaciones donde elaboran sus productos.
Así que una
mañana de verano nos citamos con la misma Sandra para empaparnos de su
sapiencia y sus explicaciones sobre lo que envuelve la vitivinicultura. Tras
unos breves saludos propuso empezar la visita en las viñas. Así que hacía allí
nos dirigimos en su coche mientras iba narrando la historia de Mas Doix. Como
en muchas otras bodegas de la zona y tras unos inicios ligados estrictamente a
la cooperativa de Poboleda, las familias Doix y Llagostera deciden en 1999
vinificar parte de su producción y embotellar un primer vino, el Doix que nace
de la viña centenaria que plantó el bisabuelo de Sandra. Un majestuoso coster
de llicorella de dos hectáreas de cariñena a unos 500 metros sobre el nivel del
mar que fue plantado en el año 1902 tras la devastación de la zona por la
filoxera, y del que se extrae el fruto de sus grandes vinos Doix y 1902.
Mientras caminamos
tranquilamente por sus cepas nos llama la curiosidad ver algunas que están
marcadas en azul. Sandra explica que son plantas de garnacha que ayudan a la
polinización de las cepas de cariñena. Evidentemente las marcan para diferenciarlas
en época de vendimia, dado que los ciclos de maduración de una y otra son
diferentes. Según parece con la experiencia han apreciado que los cabernets y
merlots no son aptos para estas tierras de Poboleda. Con un índice de
pluviometría sensiblemente menor (y ya es decir) que otras poblaciones de
Priorat la genética manda y el estrés hídrico se hace muy duro para una planta
con un ADN adaptado a un clima más atlántico. Sin embargo el syrah y la
garnacha sí parecen haberse adaptado bien y lo conservan, aportando matices a
Les Crestes y Salanques.
Ya en la bodega
Sandra hizo mucho hincapié (cosa que ya nos apuntó en el Tast amb Dones) en el
hándicap que para ellos supone encontrarse en un espacio tan reducido. La zona
de vinificación, aunque ahora bien distribuida, la podemos imaginar haciéndose pequeña
en vendimia, un momento en el que los enólogos necesitan el máximo espacio
posible para la maquinaria de selección de la uva y las distintas elaboraciones
(pigeage, delestage, barricas abiertas…). Es por ello que está en proyecto un
nuevo edificio a las afueras del pueblo, integrado en una pequeña colina, con
dos o tres pisos bajo tierra y en el que se intentará trabajar por gravedad.
Ello supondrá un desahogo para el trabajo en campaña y también para las zonas
de crianza (tanto de barricas como de botellas). Aunque el espacio de trabajo
es importante para Sandra lo esencial es la selección de la uva, tanto en la
viña (aclarados, desecho de uva en vendimia) como en la propia mesa de
selección. De esta manera y según sus propias palabras “solo entra lo mejor de
lo mejor que nos da la viña”.
La zona de
crianza alberga un buen parque de botas, siendo las capacidades de 225 y 400 las
más habituales, de roble francés (grano fino y extrafino) y de tostado
profundo. Son partidarios de que sus vinos realicen la fermentación alcohólica
y maloláctica en inoxidable, con lo cual llegan ya a las botas preparados para
reposar. Desde 2010 únicamente Salanques y Doix reposan en bota nueva, pues Les
Crestes ha redirigido su perfil hacia más frescura y más fruta, para lo cual
utilizan bota desde segundo año. Le preguntamos por su opinión sobre la moda de
los fudres y nos comentó que es más partidaria del cemento por temas de
mantenimiento, al ser la madera más propicia a criar bacterias y necesitar una
limpieza más rigurosa. En la misma sala de botas sí vimos los palés con
producto acabado ya dispuestos para su expedición, lo cual da la razón a Sandra
en su idea de concebir un nuevo proyecto más espacioso.
Después de
disfrutar de la belleza centenaria de sus viñas y de conocer las sencillas y casi
saturadas instalaciones, llegó el momento de relajarnos y degustar el alma de
Mas Doix, sus vinos:
LES CRESTES 2012. Cupaje de garnacha, cariñena y
Syrah. Sumamente frutal, de fruta roja, fresa, frambuesa y toques lácticos que
lo hacen muy goloso. La chuchería que inunda las fosas proviene sin duda de la
aportación de la garnacha pero en boca no desentona y muestra un cuerpo medio con
una entrada ágil. Un vino perfecto para iniciarse en los Priorat fáciles sin un
gran desembolso económico.
SALANQUES 2011. Habiendo abandonado ya el merlot, Salanques
nace de viñas entre 70 y 90 años (garnacha y cariñena) y otras jóvenes de
syrah. En él destacan ya las notas sutiles de la crianza: especiados, tabaco
pero con una fruta negra que asoma. Fruta madura como la ciruela redondean el
conjunto aromático. En boca tiene más peso, mayor volumen y longitud.
DOIX 2010. Elaborado con la viña de cariñena
centenaria plantada en 1902 y garnacha, su cupaje dependerá en gran medida de
la climatología de la añada. Tras la crianza se escoge el mejor par de botas
para realizar el “1902”. El resto se convertirá en este vino de leyenda, una
joya para guardar muchos años. Complejísimo en nariz y tras un inicio tímido no
dejó de ofrecer notas variadas, tanto de crianza como incluso de fruta en un
viaje de ida y vuelta que parecía no tener fin. Muy largo en boca, estructurado
pero pidiendo todavía reposo. Como anécdota y para otorgar un voto de confianza
a su evolución en botella, hemos de decir que en el “Tast del Decenni” del año
pasado en Falset el Doix 2003 sobresalió por encima de los otros vinos, en un
alarde de lo bien que trabaja la bodega en una añada tan y tan complicada como
aquella.
Es un placer
compartir una cata con la propia enóloga porque nadie mejor que ella para
expresar, transmitir y sentir sus vinos. A pesar de su juventud, Sandra tiene
las ideas muy claras y lo expone de manera aún más eficiente, quizás fruto de
su pasado unido a estas tierras de Poboleda (se trata nada menos que de la 4ª
generación). Agradecemos todo el tiempo que nos dedicó y sobre todo le deseamos
todo lo mejor en su próximo y más importante proyecto personal: su maternidad.
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